Se fue la gordita simpática que llevó el folklor a todos los estratos de nuestra podrida sociedad, para darles a entender que todos somos iguales y que si juntábamos todas las voces podríamos asegurarnos ese futuro que tanto hemos deseado los que vivimos en este rincón del mundo.
Es inevitable no estar triste, pero también es inevitable pensar en que siempre nos dabas mil motivos de vida con el canto, le agradecías a la vida por haberte dado tanto, le cantabas a la masa, al pájaro herido, al esclavo sudamericano, al Dios distraído.
Te uniste además a la voz suplicante de Violeta Parra, en las épocas más difíciles de Sudamérica, para cantarle a los estudiantes, a los imbéciles que siempre nos han gobernado, a los opresores.
Pero también le cantabas al amor, en su significado más genérico. Al incondicional, al que sacrifica todo por hallar aunque sea una sonrisa del hermano.
Descansa Negrita, duerme, duerme Negrita, que tu voz ya está en el campo Negrita.
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