4 ago 2008

Feria del Libro


Crónica de un sábado en la Feria Internacional del Libro

Como el trabajo me había imposibilitado asistir a dicha feria, fui el sábado 3, un día antes de que terminara. Ya había estado Fuguet, Edwards, y quizás hasta Neruda, Nicanor Parra y Vicente Huidobro. Pero no pude ir, ya no tengo tanta libertad, me aplatané a una silla y un escritorio. Encima la distancia. Los Olivos queda muy lejos del Jockey Plaza y encima con la vaina de las calles parchadas, el tráfico de mierda, el riesgo de contraer estrés crónico. A eso se suma las ganas con las que me quedé año pasado, por aquello de estar fuera de Lima, en la sierra, en aquellos bellos parajes que no suelen ver a menudo (casi nunca) eventos ligados a la cultura, literatura, etc y etc, y otros etcs que el próximo Ministro de Cultura tratará (intentará, lo pensará al menos) de resolver.

No sabía que cobraban. 2 soles la entrada. Supongo que para colaborar con la Cámara Peruana del Libro, supongo por el espacio que les alquiló el conglomerado pituco de Lima, supongo porque por esa zona hay más gente pudiente (y no gente pudriente), en fin, supongo que así fue en año pasado. Pagué dos soles y tuve que esperar a que me den mi vuelto!!!

Entré de mal humor, no solo porque cobraban, sino porque pensé que ya todos los libros buenos, interesantes y baratos ya habían sido secuestrados por lectores y no lectores (los que adornan su biblioteca) que llegaron antes, con mucha anticipación y con billete. En la entrada entrega de boletos, luego entrega de tríptico de la Feria y ningún mapa que ver para no tener que soportar a esos stands que ofrecen cursos de lectura veloz.

Lo primero que llamó mi atención fue el lento andar de un perdido dragón, primo hermano de Timoteo, que deambulaba con un letrero de la librería Crisol. Como tengo un amigo en ese lar, supuse maliciosamente (con las ganas de joder que tenía) que era él, y que temía mi entusiasmo exagerado para llamarlo por su nombre con una risa socarrona, la risa que nos enseña Vladimiro y Fujimori cada vez que salen en televisión. Bueno.

Después de no saber por dónde caminar, me topé con una ruma de libros rojos cuya edición había visto muy seguido en las ferias. Se trataba del libro de Roberto Bolaño, abandonados a su suerte. 2666 se vería bien en mi librero nuevo, me dije. Pero cuando vi el precio supe de inmediato el porqué de tanta soledad alrededor de aquellos libros rojos. Carajo, dónde están los piratas, viva ¡Barba Roja!

Siguiendo un trayecto indeterminado y esquivando libros para niños, revistas para ancianas, muñecos deformes y padres de familia buscando Harry Potter, llegué a tocar con cierta reticencia, “Historia de la belleza” e “Historia de la fealdad” de Umberto Eco. Tenía una referencia del precio de cada libro y no me atreví a preguntar. Mi presupuesto no debería pasar de cien soles.

Dejándome llevar por mis pasos, al fondo a la derecha, encontré la Alianza Peruana del Libro, donde se exhibían los libros de editoriales independientes. Me dio mucho gusto llegar a ese lugar, aunque no pensaba comprar unos libros. Allí descansaban los libros de Antares Editores, Estruendomudo, Hipocampo Editores, Benvenutto Editores, etc. Muchos libros que tenían títulos interesantes, pero que no compraría (por aquello de que me faltan leer muchos clásicos). Aunque me jalé dos libritos de la Editorial Benvenuto. Uno sobre Jacques Lacan y el otro sobre Georges Bataille. Además un poemario en papel periódico de Cecilia Podestá. 12 soles en total. En dicho puesto (como suelen decir en los mercados de abastos), también estaban libros de acabados originales (no recuerdo la editorial). Los temas: fotografía, pintura, poesía, etc. Coleccionables.

Retomé otra vez el paso ligero. Vi más muñecos: un cuadrado que no sabía si era un libro o un estante con cajones, regalaba globos. Bueno. También encontré a un amigo que cuando me vio, simuló no verme y lo cogí fuerte del brazo y se sorprendió: Hola, me dijo!!! Yo le dije que siga su camino, y que no aparente que no me vio porque para el desaire también hay que tener un poquito de práctica… y clase.

En el auditorio no sé quién estaba, pero no me llamaba la atención. Ese día se iba a presentar Gonzalo Rojas a las 7, eran las 5. También supe por medio de un volante recibido de un pata que tenía “alma de volandero”, que Ricardo Ramón (el director del centro cultural de España que tiene un hermoso can de raza peruana) iba a ser homenajeado por su aporte cultural a nuestro país. Bien merecido.



Cerca del volandero, vi unos stands cuyas vendedoras andaban cansadas y preocupadas porque uno de sus calichines había traído solo dos cafés cuando ellas eran 4. Allí estaba un libro enorme de los Beatles, que recogía su producción, fotos, letras, biografía, anécdotas y muchas cosas referentes al grupo de Liverpool (Words are flowing out like endless rain into a paper cup / They slither while they pass, they slip away across the univers), de ese grupo que tanto había sesgado mi gusto por la música que antes se reducía al gusto que tenía un locutor de radio local. Pregunté por el precio y la somnolienta vendedora me dijo que aquel libro solo estaba en exhibición. Hija de cuca!!! ¡Es una feria o un museo!

Perdido, sin ver los letreros de “escape” o “zona segura contra incendios”, vi que en otro stand, había más libros de Bolaño. “Los detectives salvajes”, en una edición que no había visto. 60 soles. Puede ser, me dije. Una vuelta. Seguí por la parte baja, ya había dado un par de vueltas, había mucha gente por este pasaje, y mucha gente amontonada en un stand. Vendían libros viejos. Uy, esta gente se muere si va a Amazonas. Más allí cerca no más, estaba un stand enorme de revistas de MagalyTV, alucina. Con muñeco de urraca y todo. Solo un pedazo del stand era usado. Revistas de Magaly, tanta presunción carajo.

En la sala María Arguedas se presentaba algún religioso. Mucha gente aburrida. Junto a la pizarra que exhibía la agenda de “hoy y mañana” encontré al amigo “desairador” otra vez. Me dijo que por ahí había encontrado un libro interesante: la recopilación de poemas de Javier Heraud. Interesante, le dije. 22 soles. Ah. Y ¿por qué no lo compraste?, ya regresaré me dijo y viendo libros, ups, volví a perderlo.

Safándome de gente que pasaba con atropellos, llegué a una esquinita, el stand de la pontificia y decana universidad Alas Peruanas. Exhibía un libro que me interesaba. Leonor la Rosa, “Historia de una mentira”. Jajaja. Riendo por allí me choqué con Zeta Bookstore, y una señorita muy amable me regaló la edición 9 de Dedomedio. Ante la mirada de sorpresa de la gente, ella intentaba hacer que los otros le reciban las revistas, sin que la gente insista con la mirada en que de seguro hay gato encerrado. Nada, las regalaba. :D Aproveché para comprar el último número también.

En el centro de toda la galería estaba el stand especial que habían hecho para Chile. Lo más interesante que encontré por allí fue un libro de letras de canciones de Víctor Jara y además, otro atractivo, por allí rondaba el compañero Agustín Mantilla y su compañía. Todo alto, riendo siempre, con un saco de El Padrino :o (Muchaaaaaaachos!!!)

Ya cansado encontré el stand del Fondo de Cultura Económica, donde compré un libro sobre ajedrez. Me dieron dos vales de descuento del 30% para una futura compra. Mucho gusto. Luego fui a otro puesto que estoy seguro vi también el jirón Quilca. Y compré “Los subterráneos” de Jack Kerouak, después de elegirlo entre Bukowski y Woody Allen. Ya para irme, regresé por otro libro que había visto por ahí, “De Profundis”, de Oscar Wilde. Además cogí separadores, volantes, postales, todo lo que pude. Tomé algunas fotos, vi otra vez a Mantilla por ahí. Eran las 6. No pensaba quedarme a ver a Gonzalo Rojas, no tenía ganas.

En mi aventura por hallar la salida sin mucho esfuerzo, me topé con un puesto de polos y demás souvernis culturosos. Polos de la película “La Naranja Mecánica”, quien sabe si también Bob Marley, Rimbauds, Vallejos, etc. Nada raro, ni nada novedoso. Mantilla andaba también por ahí, con dos muchachas que debían ser sus hijas, quién sabe, padrino.

Ya casi por la salida, estaba un pequeño hueco de cuentacuentos para niños. En la puerta vi a una mujer toda de blanco, una bailarina-mimo que se movía al ritmo de una silenciosa caja de música. Al lado de la dama estaba un mimo que peleaba con un globo mientras los niños reían. En su muñeca izquierda colgaba una cámara fotográfica de juguete. Este simpático individuo, al ver mi cámara de unos humildes 7.2 megapixeles, me ofreció cambiárselo por el suyo. Accedí de inmediato y al entregarle mi herramienta de trabajo (qué irritante manera de catalogar a cualquier cosa) lo guardó en una maleta y continuó con su pelea global.

El discípulo de Marcel Marceau hizo su show y todo, pero no me devolvía mi cámara. Hasta que por fin pude respirar. Me miró, dijo que si quería mi cámara, con gestos le dije que sí. Me pidió primero su cámara, dijo que se la tirara y lo hice. Cayó al suelo, dijo que se rompió. Dijo que así no estaba y que se quedaría con mi cámara. Carajo, no sabía si reírme o embestirlo, pese a que sabía que todo era broma. Al fin me devolvió mi cámara y me dio la mano. Yo se la apreté fuerte.

A la salida, justo al lado de la puerta vi algo que pasé por desapercibido, una pequeña exposición de Clima de Cambios, de la PUCP. Muy interesante. Casi lo mejor que había visto. Fotos respectivas y adiós. Me fui con la sensación de que ya, de verdad y en serio, se habían llevado todos los libros interesantes. Ahora soportar otra vez el tráfico del carajo!!!

Ya en el micro, apretado, pisado y vejado, recordé que tenía que comprar ¡Los detectives salvajes!! Mierda. (Felipe Revueltas)

1 comentario:

Omar Jaimes dijo...

Que buena!!!, oe de ahi me pasas la revista del dedo medio, ahora que la mencionas me acaba de recordar de esa revista que se promocionaba en el programa Dos Dedos de Frente, creo que es de humor político. Por otro lado xq le haces roche a tu pata, te pasas compare, por cierto al final se soluciono el problema con las editoras peruanas?? En el programa Enemigos Intimos se estaba diciendo que unicamente se presentarian editoriales chilenas y que probablemente las editoras peruanas harian su propia feria en protesta por la medida, me quede con la intriga de lo sucedido.

Omar Jaimes